domingo, 15 de mayo de 2016

Borgiana

Jugando a sentir cómo sería
ser el Borges que otrora no fui,
probé a pensarme la raya del tigre
cubriendo de sombra el reflejo
del hombre entaurecido
que aguarda sereno el puñal
yacente en el hueco del hombro escondido.

Probé a pensarme la hoja del libro
yaciendo al albur del espejo
que aguarda paciente el caudal
del río de Heráclito el griego.

Probé a pensarme el héroe fingido
cruzando los mares, el laberinto,
la pampa romana, Virgilio en las manos,
Whitman y Yeats y, al fondo, un Ovidio.

Jugué con palabras, y ellas conmigo,
al juego de ser de Latín sus sonidos
mezclando en la entraña un sajón aprendido
en noches sin luz al sol del olvido.

Jugué a jugar al no-ser aprehendido,
reflejo de espejo de imagen ficticia,
puñal caudaloso que rasga los velos
del falso arcano de mil laberintos.

Probando, jugué a saber y entendí
que no es la esencia del verso la rima,
el lamento, la cuita ni el beso:
tan sólo el momento de ser en el verbo
persona, memoria, cultura y recuerdo.









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